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Monday, 17 August 2020

LAS VANGUARDIAS DE PRINCIPIOS DEL S. XX: EL FAUVISMO.

 
El Fauvismo.
El fauvismo puede considerarse como uno de los primeros movimientos de vanguardia del siglo, aunque la cohesión y el propósito común del grupo de pintores que la forma es efímera:1905-1910.
Los características comunes del grupo son las siguientes:
Libertad en el color hasta llegar a la exaltación o la violencia, sin mezclas o matices. El color se independiza del objeto, haciendo un uso arbitrario de este respecto de la naturaleza, cuyos resultados son rostros verdes, árboles azules, mares rojos,...
Extrema simplificación de formas y elementos: los objetos y contornos se perfilan con pinceladas gruesas, anchas, bastas y se rellenan con manchas de color planas.
Interpretación lírica y emocional de la realidad con temas agradables paisajes o retratos.
La profundidad desaparece y los volúmenes se perfilan con pinceladas fuertes y no con el claroscuro. La ruptura con la perspectiva tradicional es un hecho consumado.
Es figurativo pero bastante antinatural.
Los pintores más importantes son: Matisse (Mujer con sombrero)y Derain




Comentario de la obra: Madame Matisse (retrato de la raya verde)
Museo Real de Bellas Artes. Copenhague. 1905


En el campo de las artes plásticas el inicio del siglo supone la irrupción de una serie de movimientos y tendencias que se suceden de forma vertiginosa, superponiéndose en ocasiones las propuestas de unos y otros. Tienen en común su rabiosa modernidad y su intención de transformar radicalmente el lenguaje artístico, asumiendo todos ellos como principio fundamental la libertad plena del artista, sin embargo las opciones son todas muy diferentes, y en la mayoría de los casos contrarias unas a otras.
Para muchos no se considera una vanguardia porque carece de unidad y de un doctrinario específico, pero el fauvismo es la primera novedad artística del S. XX, un movimiento liderado por Matisse, Derain o Vlaminck, que vuelve a exaltar el protagonismo del color, que aparece en estas obras con una autonomía plena dentro del cuadro y una fuerte agresividad a través de sus colores estridentes. Nada que ver con la intención de los expresionistas de grupos como Die Brücke (el puente) o Der Blaue Reiter (el jinete azul), que descubren en Van Gogh la utilización del arte como transmisor de una realidad interior. No obstante, el momento culminante en esta etapa de experimentación y vanguardia vendrá de la mano de Picasso y el Cubismo, convertido sin duda en una de las experiencias artísticas más revolucionarias de todo el siglo XX. Futurismo, Rayonismo, Constructivismo, son otras tantas tendencias que se suceden en un brevísimo espacio de tiempo, que encuentra un freno trágico a su creatividad en la I Guerra Mundial. La guerra tendrá una secuela amarga para todo el mundo, pero son los intelectuales los que sacan las peores conclusiones, convencidos de que la civilización del hombre necesita una transformación radical. En ese contexto surgen nuevas posturas del movimiento expresionista, más críticas que nunca, como ocurre con la Nueva Objetividad, y el nihilismo del movimiento Dadá, tal vez el que con mayor sentido abogue por empezar de cero nuestra cultura occidental. Como una derivación del Dadá surgirá en los años veinte el Surrealismo, influenciado por el psicoanálisis y los descubrimientos freudianos aplicados a la expresión artística. Puede decirse que a partir de ese momento el devenir de las vanguardias empieza su declinar, afectado primero por el totalitarismo generalizado del periodo de entreguerras y finalmente por el estallido brutal de la II Guerra Mundial.
A principios del S. XX, París es la capital indiscutible del arte. Allí empiezan a aceptarse poco a poco movimientos como el Impresionismo, que en su momento había sido revolucionario, pero su bullicioso mundo artístico sigue dando lugar a movimientos rupturistas que no son de general agrado. Especialmente las primeras vanguardias, caracterizadas por su agresividad y su liberalidad.
Entre ellas destaca en primer lugar, como ya hemos dicho, la labor de un grupo de pintores denominados fauvistas por el crítico Louis Vauxcelles, al contemplar las obras de todos ellos colocadas en un apartado especial del Salón de Otoño de París de 1905. Era tal la agresividad del color, sus tonos exaltados e irreales, que aquella sala le pareció una "jaula de fieras (fauves)".
El fauvismo es en realidad un arte de síntesis, que recoge elementos del Impresionismo y del Postimpresionismo, y que sobre todo sigue exaltando el protagonismo del color y su autonomía respecto de las formas. Aspectos éstos que podían advertirse ya en Van Gogh y más aún en Gauguin, pero que los fauves enriquecen con otras propuestas cromáticas: especialmente la utilización de colores primarios, el juego de complementarios y las tonalidades chillonas y agresivas. Caracteriza también a estos pintores la técnica de pincelada suelta y gruesos empastes, y el rechazo a la imitación de la naturaleza. No se trata de imitar la realidad, sino de transformarla en el cuadro recreando así otra, tal y como habían anticipado ya Van Gogh y Gauguin.
El grupo es liderado por el pintor Henry Matisse, al que siguen otros jóvenes pintores como Derain, Vlaminck, Marc o Dufy, pero al igual que ocurrió con los impresionistas, el grupo sólo permanecerá unido un breve periodo de tiempo, a partir de entonces cada artista siguió su propio camino diferente.
Tal vez el manifiesto del grupo Fauve, lo constituya este cuadro. En realidad se trata por encima de todo un estudio de color. Una experimentación sobre las posibilidades del color como elemento del lenguaje pictórico y además una obra emblemática de los primeros fauvistas porque marcaría una línea a seguir, aunque es igualmente cierto que la obra de Matisse pronto seguirá un camino propio e independiente. En su intención de liberar plenamente al color de su vinculación a la realidad, va incluso más lejos de lo que había ido Gauguin en su momento.
Este es un caso muy conocido y bien ejemplar: el soporte temático del cuadro es real, es un rostro, pero la figura no es lo importante, lo que prima es la importancia de la mancha de color, muy empastada y de gran fuerza y violencia, buscando nada más que su interrelación y la armonía cromática. Predominando además dos tonos complementarios rojo y verde.
El fondo a su vez también busca la compensación cromática: rosas a un lado, y verdes al otro, lo que equilibra la disposición de los colores del rostro, que son los mismos tonos, pero colocados al revés que en el fondo. El rostro recibe la luz por los dos lados, pero quedando una parte más sombreada que la otra, lo que se consigue a base de entonaciones claras (amarillo y blanco rosáceo) que se separan por la incisiva raya verde que actúa a modo de sombra. El verde se equilibra además con los rojos de las ojeras y de las aletas de la nariz y los labios, que armonizan además con la gama de azules (pelos, nariz, boca), descendentes en intensidad de arriba abajo.
La aportación de este cuadro se halla en las posibilidades del color y en la utilización de éste de una forma mucho más agresiva y autónoma: aquí no sólo se sombrea con color, sino que hacerlo con una raya verde supone desentenderse de la realidad, apostando por la autonomía plena del color como valor plástico, y convirtiéndolo además en un elemento de provocación.



 Escrito por Ignacio Martínez Buenaga (CREHA)    
FUENTE: http://www.artecreha.com/Miradas_CREHA/h-matisse-madame-matisse-retrato-de-la-raya-verde.html

Y una PPT:
 
Las vanguardias i fauvisme from Tomás Pérez Molina


Y un video documental sobre el contexto en el que surgen las primeras vanguardias:

 

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